Romualdo no encontraba la paz de espíritu que su alma anhelaba, ni la respuesta a la más fundamentales incógnitas que rodean a la existencia del hombre. Así pues, érase que se era, un buen día decidió mirar hacia Oriente y dirigir hacia allá su camino, su chi, su karma, el piloto automático de su corazón.Por cierto, ya sé que el relato anterior (por llamarlo de alguna forma) no tiene pies ni cabeza y que se os debe haber caído el alma al suelo al leerlo, pero no se me ocurría otra forma mejor para poner punto y seguido a mis comentarios sobre el texto el nou estatut. Quizá más adelante, cuando el tocho a examinar sea el definitivo y no un simple borrador, siga con ello...
-No te vayas -le rogó Samantha-, acabo de enamorarme de ti, eres el hombre de mi vida y no quiero perderte. Ya sé que yo no te gusto, tu mirada de asco te delata, pero dame tiempo al menos para conquistarte...
-Lo siento Sam, pero debo hacer lo que debo hacer. Seguro que Confucio no hubiera podido estar más de acuerdo. Mi "brújula" indica que debo ir hacia el este, atravesar los Urales y comerme con patatas el mundo que hay más allá.
-Pero... yo te amo... -Samantha, entre sollozos, apenas podía esbozar algunas palabras-. ¡Déjame ir contigo, por favor!
-Mira... a ver si consigo explicártelo, para que lo entiendas y no te sientas ofendida. Necesito despojarme de todo vestigio de civilización occidental... y llevarte conmigo implicaría llevar a la civilización occidental a cuestas las veinticuatro horas los trescientos sesenta y cinco pelos que tiene el ano. No, de ninguna manera. Debo despojarme de mi antiguo yo, del american way of life, raparme la boina y las axilas, estabilizar mis más altas temperaturas...
...sustituir los versos de Santa Teresa de Jesús por el Tao Te King; el Antiguo Testamento por los Vedas; el refranero español por las Analectas de Confucio; el Libro de Mormón por El tercer ojo; el pa amb tomàquet por el pescado de Corea. Romualdo quería, en definitiva "dejar de ser para volver a ser de nuevo", dar cancha a los siameses Ying y Yang y hacer camino al andar hacia la próxima reencarnación, haciendo escala en Kandahar, Benarés, Pekín, Tokyo, Kathmandu...
Ya tenía el hatillo preparado, con las cuatro cosas que pretendía llevar consigo, cuando alguien llamó a su puerta. ¡Era Samantha, de nuevo!
-¡Romualdo, no puedes irte! ¡No puedes!
-Sam, querida, ya te he dicho mil veces que está más que decidido... Me marcho hoy mismo. Quizá no volvamos a vernos nunca más.
-¡Pero es que tienes que quedarte! ¡Mira esto!
Samantha le tendió un lote de cien hojas DIN A4, muy bien encuadernadas y perfumadas. La portada decía, "Nou estatut (versió 2005)".
-Pero, ¿y esto qué es?
-¡Míralo, por favor!
Romualdo le echó un rápido vistazo, leyó algunos fragmentos al azar como este, este, este, este, este y este otro... El rostró se le iluminó como una bombilla de 70 W.
-¡Santo Dios! Aquí está concentrada toda la sabiduría que había estado buscando, que he estado buscando durante toda mi vida... Es increíble, veo la mano de Dios en cada palabra... ¡Me quedo, me quedo! Por cierto Samantha, que bella y espectacular estás. ¿Siempre vas a ver a tus amigos así, desnuda?
-¡Oh amor mío, qué feliz soy!
Y colorado colorín, este cuento acaba aquí.
miércoles, julio 13, 2005
Un cuento oriental
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2 comentarios:
Jaaa jaa jaaa, que bueno!
¿Pero bueno, hubo triki triki o no?¿Que dice el sabio Estatut sobre estas situaciones?
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