Alfredo Urdaci, ahora en la blogocosa

Una de mis muchas "gargantas profundas" acaba de avisarme de que Alfredo Urdaci (uno de los hombres más injustamente vilipendiados durante la segunda mitad del aznarato; decirle de todo menos hermoso era cool en aquella época, una especie de signo de distinción intelectual) vuelve a la carga, aunque esta vez no en la segunda edición del telediario o en los anaqueles de las librerías sino en la blogocosa. Ya en su post más reciente tira con bala, dispuesto a no dejar indiferentes ni siquiera a tirios, tibios y troyanos.

Se han quedado congelados. Sólo así se explica que no haya ninguna mención en la prensa regional catalana. Un cómico habla en serio y en la intimidad del camerino, jaleado por los aplausos de un público que escucha lo que ellos mismos piensan y nunca se han atrevido a decir. El payaso habla de putas y cojones y entre medias cita a España, y ojalás, y el tono sube, y se anima, y las fosas de la guerra civil, y ¡qué sé yo! Silencio. En las redacciones el frío ha hecho estragos. Tanto que se han quedado paralizados, sin saber que hacer. Miran el engendro sin criterio para calificarlo. ¡Qué pena que no venga de Madrid! Entonces sí sabrían que hacer, con qué tinta darle forma, con qué formatos ordenarlo y devolverlo al lector para que multiplicara el efecto escandalizador, con llamadas en primera, y alguna foto, e intelectuales dispuestos a ponerse al frente de la pancarta con mancheta de periódico. Silencio. Un silencio carmelita, como de barrio a las cinco de la tarde, después del hundimiento.