Los hijos de la Gran Bretaña no hablan de otra cosa. Los periódicos llenan páginas teorizando sobre la extraña obsesión de Blair por sacar adelante su propuesta de 90 días de detención sin juicio para sospechosos de terrorismo. En realidad esa propuesta ni siquiera era copyright suyo sino que ya se venía pidiendo en las altas esferas de Scotland Yard, quienes decían que 14 días de detención (28 a partir de ahora) eran insuficientes para llevar a cabo una investigación a fondo, viendo los nuevos métodos de los hideputas terroristas. The Times decía que era una buena idea que no había sabido venderse, y estoy de acuerdo. Luego vienen los titulares "fulanito-de-tal-Ibarrin fue detenido y liberado, atentando 24 horas después y matando a miles de inocentes" y entonces ya es demasiado tarde.
La agenda de Blair sigue siendo complicada para los próximos meses. Su idea de dar más independencia a las escuelas y de ampliar horarios de los GP, la atención médica local, van a traer cola en una Cámara de los Comunes que le ha perdido el miedo y el respeto. Eran otros tiempos cuando Blair mandaba y todos callaban, ahora le toca pasar por el aro y ponerse vaselina, algo en lo que ZP bien podría darle consejos. El Primer Ministro tiene una visión, la de su propio legado, ahora en peligro por la derrota del miercoles, no quiere que nadie le quite el buen sabor de boca cuando se retire a cobrar 1.000 libras por minuto de conferencia. Pero, aunque le pese y aunque tenga razón en muchas de sus ideas, no va a tener más remedio que arremangarse y darse de hostias en los Comunes si quiere conseguirlo.
viernes, noviembre 11, 2005
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