Imaginen a uno de los africanos ya instalado en Madrid o Londres, con su familia y hermanos ametrallados y con sus cuerpos colgados en esos alambres de espino. Su madre, embarazada o con un bebé, abandonada en el desierto tras unas exitosas negociaciones de deportación entre el gobierno español y marroquí. Imaginémoslo frente al edificio de la Bolsa de Madrid, en la puerta de un lujoso hotel de cinco estrellas con espectaculares automóviles aparcados a la entrada, recibiendo las miradas de desprecio de nuestras ricas e insultantes sociedades.Más en Rebelión
En él podremos encontrar ese legítimo odio, su ansia de justicia, su paraíso asegurado después de la muerte. Ya sólo le faltan unos pocos kilogramos de explosivos. Cada vez lo voy comprendiendo más.
Por eso pispo esos aspirantes a desflorar éfebas en el paraíso proceden de las naciones más deprimidas del paneta Tierra (el Congo, Etiopia, Sierra Leona, Burkina Faso y un largo etcétera más).
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