Benvolgut Pasqual: soy yo otra vez, el mismo pesado de siempre...
Confieso que, tal y como te conté anteayer, ya lo tenía casi todo preparado para perpetrar mi exilio (de momento) interior y autodespeñarme de la cresta de la ola de la actualidad informativa nacional catalana, del estado español, uropea, internacional y extraterrestre. Había dicho adiós a mi agregador de feeds habitual para no enterarme de lo que acaece en el mundo y sumergirme en las profundidades de algún mamotreto -como el capitán Nemo en su decimonónico batiscafo- y recorrer 20.000 leguas de viaje literario durante una larga temporada. Ocurre que es imposible permanecer incomunicado, y las procelosas aguas saladas de la información siempre se te acaban colando en el camarote. O en la bodega. O en la sala de máquinas. Así es que, sin comerlo pero sí bebiéndolo, acabé por enterarme: ibas a cancelar tus sacrosantas y muy honorables vacaciones para salvar al nou estatut, y por extensión a los catalanes, abortando así un expolio que lleva siglos acaeciendo. Este noble gesto tuyo me ha llegado al alma, y en el caso de que el alma no exista me ha llegado a una de mis múltiples barriadas cerebrales. Estoy anonadado y no me quedan palabras en la recámara. Y es que mientras observemos perseidas en un cielo raso, comamos melón con jamón y hagamos la siesta estival, tú estarás al pie de nuestro cañón, dando el callo y sacrificándote por nuestro bienestar. Nunca lo oblidarem. Palabra de honor (aunque yo, de honor, ando más bien escaso...).
Si hubiera mirado hacia otro lado y seguido con lo mío habría sido un gesto despreciable por mi parte. Tenía que interrumpir mis vacaciones, pedir disculpas y rendirte tributo aquí y ahora. La noticia bien lo merecía.
Me avergüenzo de mi anterior escrito. ¿Cómo pude ser tan malpensado? Cuando el texto definitivo esté a pie de imprenta, prometo copiar a mano el estatut las veces que sean necesarias para aprendérmelo de pe a pa.
Creo que voy a ser incapaz de hacer el vago mientras nuestro comandante en jefe -o sea, tú- no tenga tiempo ni para pegar ojo, en plena canícula. Así que, si puedo hacer cualquier cosa por ayudar (aunque sea encargarme de servir los cafés, copas y puros; quizá con ello mi nombre figure en las notas a pie de página de la intrahistoria catalana...) sólo tienes que pedirlo. Mi dirección figura en la cabecera de la bitácora, con lo que se me puede enviar un emilio (aragón, corona de) a cualquier hora del día para invocar mi presencia...
lunes, julio 18, 2005
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