lunes, junio 27, 2005







Estaba, extraña cosa, viendo la televisión después de comer. Un reportaje sobre películas de cine la sacó allí, con el coño al aire, refrigerándose ante los telespectadores. Una famosa actriz, más dura que una piedra, como protagonista de un «instinto básico». El horario era adecuado, mi hija de seis años estaba al lado. El canal en cuestión, uno normal, llegó al plus de su oportunidad. La señorita en cuestión cruzaba las piernas, embutidas en sobria minifalda, ante los ojos de pasmo que la interrogaban: la vagina se abría al viento del deseo; y repitieron la escena, ante mi asombro, y el de tantos otros. No en vano mi hija preguntó: Papá, ¿por qué esa señora no tiene bragas?

(...)

A este paso no me extraña que un día aparezca un concurso de felaciones y lluvia amarilla en horario infantil, como anuncios entre los dibujos animados, para hacerlos más atractivos y educativos. A ver qué explicaciones doy entonces: ¿Papá, por qué ese hombre enseña el rabo? ¡¿Y por qué se lo chupa esa chica?! ¡Qué asco! -Hija, no te preocupes, ya lo aprenderás en la escuela -no sé si harán prácticas o no en clase- pero es que a lo mejor tiene el rabo sucio y ella, aunque parece más joven, es su mamá que se lo limpia...

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