lunes, mayo 30, 2005

Depravación en Valencia

Ya sé en lo que estáis pensando, pero no: no me estoy refiriendo a esa parafilia pasajera consistente en travestir de arriba para abajo y de abajo para arriba los estatutos de autonomía, de forma y manera que no los reconozca ni la progenitora que los engendró. No. De ello quizá me ocupe en otra ocasión. Hoy vamos a acometer una cuestión de otra naturaleza. Pero antes permitidme efectuar una minúscula digresión. Prometo ser breve.

Como ya comenté el otro día desde esta misma atalaya digital, citando las enseñanzas que el lobby feminista nos transmite emulando a Confucio, el negocio del sexo tiene por objeto poner a disposición de la población masculina un ejército cada vez más numeroso y variado de mujeres para que sean consumidas sexualmente. ¿Quién podría poner en cuestión este aserto? Nadie... hasta ahora. Y es que la globalización -¡tenía que ser ella!- ha traído a Valencia ¡un sex shop para mozas! ¡Qué degradación! Antes por lo menos el género masculino era el que contenía las semillas de la concupiscencia voluptuosa, mientras el femenino quedaba completamente a salvo. Ahora sin embargo, ellas están comenzando a pecar por primera vez en la historia... buscándose el punto G con el vibrador Rampant Rabbit, mientras derraman por el canalillo de sus senos cremas afrodisiacas o tratan de seducir al maromo con lencería fina, para facilitar la coyunda... ¡convirtiéndose voluntariamente en objetos sesuales, listos para ser consumidos sexualmente como si fueran una tortilla de patatas, y para así a su vez consumir también a sus parejas! ¡horreur!

Que las feministas hagan algo ya para detener esta
hecatombe...

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