Como ya comenté el otro día desde esta misma atalaya digital, citando las enseñanzas que el lobby feminista nos transmite emulando a Confucio, el negocio del sexo tiene por objeto poner a disposición de la población masculina un ejército cada vez más numeroso y variado de mujeres para que sean consumidas sexualmente. ¿Quién podría poner en cuestión este aserto? Nadie... hasta ahora. Y es que la globalización -¡tenía que ser ella!- ha traído a Valencia ¡un sex shop para mozas! ¡Qué degradación! Antes por lo menos el género masculino era el que contenía las semillas de la concupiscencia voluptuosa, mientras el femenino quedaba completamente a salvo. Ahora sin embargo, ellas están comenzando a pecar por primera vez en la historia... buscándose el punto G con el vibrador Rampant Rabbit, mientras derraman por el canalillo de sus senos cremas afrodisiacas o tratan de seducir al maromo con lencería fina, para facilitar la coyunda... ¡convirtiéndose voluntariamente en objetos sesuales, listos para ser consumidos sexualmente como si fueran una tortilla de patatas, y para así a su vez consumir también a sus parejas! ¡horreur!
Que las feministas hagan algo ya para detener esta
hecatombe...
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