Una mirada superficial diría que el consumismo hedonista nos aparta de la religiosidad. La Misa del Gallo, antes celebrada a la medianoche del 25 de diciembre, se reduce ahora a la inercia de las celebraciones, a las ocho o nueve de la noche, anticipándose a la madrugada que favorece la violencia urbana. El apetito por cenar y la curiosidad por abrir los presentes hablan más alto que las buenas y viejas costumbres: la oración en familia, los cantos litúrgicos, las narraciones bíblicas y el recuerdo de los acontecimientos paradigmáticos de Belén de Judá.
Una actualización de los sucesos bíblicos nos permite imaginar, a partir del contexto brasileño, al lector del “Diario de Belén”, edición del 26 de diciembre del año 1, ante la siguiente noticia: “Familia de unos sin-tierra ocupó ayer la hacienda Estrella de David, en cuyo corral una tal María, esposa del carpintero José, dio a luz a su hijo Jesús. La policía de Herodes ya está sobre la pista de los sin-tierra, que han huido”.La abstracción del lenguaje, sin embargo, hace del seudolirismo navideño lo contrario de lo que significa el hecho histórico: el Verbo encarnado pierde su contundencia y cede el puesto al pesebre descontextualizado, mero adorno de la fiesta papanoélica.
jueves, diciembre 29, 2005
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2 comentarios:
Me paise q eres un pelín masoquista...
¿Burrhus? Nahhh... Lo que tiene es una central nuclear por hígado. Porque vaya estómago hay que tener para visitar esos sitios... Yo me pongo de mala leche nada más entrar.
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