sábado, noviembre 12, 2005

Haciendo amigos

Barcelona es mi segunda ciudad. Después de Madrid y antes de Nueva York. Para eso no pido permiso. Es mi elección.

Hace pocos días vine a Barcelona por razones de trabajo, y me encontré con un gran amigo que me dijo dos cosas que me afectaron mucho. Una, que ya él no tenía amigos en Madrid. La otra era una pregunta retórica: ¿por qué yo tenía que hablar de su ciudad? Me quedé tan estupefacto, que apenas supe qué decirle.

(...)

Es aburrido hacerlo, pero parece que es obligatorio, dado como están las cosas. Voy a hacer profesión de fe: creo que el proyecto de Estatut es legítimo y está presentado en el Parlamento español con todas las garantías, es decir, cumpliendo todos los requisitos que el sistema democrático exige. Por tanto, me pliego con gusto a su discusión. El Estatut no tiene que ver con el plan Ibarretxe, que era una propuesta étnica basada en la exclusión y en ideas antidemocráticas. El Estatut me parece una propuesta presentada en términos democráticos. Creo que declarar eso es suficiente. A partir de ahí, reclamo que se me permita disentir del contenido del mismo, y decirlo en voz alta. Bush no me ha reprendido por estar en contra de la guerra de Irak, ni Sarkozy me ha descalificado por disentir de su política de inmigración. También he escrito en diarios alemanes sobre la alianza de los socialdemócratas con la CDU, y nadie me ha escupido a la cara. ¿Por qué no puedo estar en contra del Estatut y al tiempo tener amigos en Barcelona? No lo entiendo.

¿No será que a la hora de hacer amigos el autor del artículo se ha buscado a la gente más gilipoyas de Corona de Aragón? Seguir leyendo a Jorge M. Reverte, en El Periódico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Probablemente. Pero es que para alguien que cree que tiene sólo "algo menos de talento" que Josep Pla, debe de ser difícil encontrar amigos a su altura. Nos ha salido modesto, el chico.