lunes, junio 06, 2005

A uno se le ocurre preguntar lo siguiente: ¿qué sucedería si un político español se negara a asistir a un acto porque está la bandera catalana? No lo duden: sería tildado de fascista y genocida. ¿Qué ocurriría si un político español hiciera broma, por ejemplo, con la Virgen de Montserrat? El grado omega de la intolerancia, por supuesto. En cambio, cuando Carod y Maragall hacen lo que hacen con la bandera y la corona de espinas, se trata de una anécdota -posteriormente, Maragall rectifica y dice que ha obrado estúpidamente- que la derecha utiliza con cinismo y desvergüenza. Con este par de asuntos, Maragall y Carod brindan el ejemplo perfecto de la contradicción que señalábamos al inicio: se predica una cosa -el respeto y la intolerancia- y se práctica lo contrario.
Miquel Porta Perales, acertadísimo en sus apreciaciones, como casi siempre. No os perdáis el resto del artículo.

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