
Era una cuestión de honor nacional. España, imperio relegado a la marginalidad desde el desastre del 98, debía de tener la bandera más larga para poder codearse con las principales potencias del planeta y entrar en el G-8. No había otra opción. Otra bandera no era posible. Aquellos 16.000 metros cuadrados de tela eran imprescindibles para catapultarnos hacia las más altas cotas de modernidad. El supuesto derroche y la faraonicidad del proyecto, por tanto, no eran tales: se trataba más bien de una inversión a medio y largo plazo. Las docenas de millones de euros que ha costado confeccionar el trapo de marras no habrán estado jamás tan bien administrados...
2 comentarios:
No me lo recuerdes, no me lo recuerdes...
Con la de gente que acudió podían haber hecho una colecta para sufragar el acto de los cojones.
Los triangulitos verdes delatan que el Corte Inglés ha pagado una parte.
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