Eran las diez y media de la mañana del domingo veintidós de mayo del año 2005. Yo a la sazón tenía que atender unas obligaciones familiares, que me impidieron dormitar tres o cuatro horas más. Y es que para mí estar despierto en la mañana de un día festivo es un fenómeno extraordinario que apenas se produce, ya que como el conde Mor lo que me gusta es dormir de día y vivir la noche. No, no vayáis a pensar que como vosotros me voy con esas señoras que se apoyan en las farolas: lo que me encanta hacer es navegar por la red en el silencio de la notte o apalancarme en la cama y leer un buen ladrillo, al más puro estilo Günter Grass. Deambulaba medio sonámbulo por las áreas verdes de la ciudad condal, aprovechando que todavía no hay que pagar por caminar sobre ellas, cuando de pronto me di de bruces ante una riada de gentes que correteaban como si se les escapara el tren de cercanías. En aquel momento caí en la cuenta: se trataba de la celebérrima cursa de El Corte Inglés.
Todavía no acierto a comprender cómo puede ser posible que ante la posibilidad de permanecer en brazos de Morfeo, haya quien prefiera madrugar para comerse once quilómetros de duro asfalto. Será que, como bien dice el adagio, hay gente pa to. Pero más sorprendente es aún si cabe que se den el palizón de marras portando sobre sí un dorsal acuñado por la conocida multinacional, sin recibir por ello a cambio remuneración económica alguna. ¡Qué bochornoso espectáculo! Las masas proletarias estaban traicionando a pecho descubierto a su clase social, regalándose desacomplejadamente a las organizaciones supranacionales grancapitalescas como el FMI o el Banco Mundial. Yo lo pude ver con mis propios ojos (hombre claro, no lo iba a ver con los de otro). En aquel momento era el único que luchaba contra la globalización, ya que mi primaria duermevela me devolvía al pleistoceno. ¿No sería mucho más honesto para con la madre naturaleza desmarcarse de las marcas -valga la redundancia-, arrancar los dorsales numerados de nuestro pecho y triscar en porreta por las avenidas, tal y como nuestras madres nos trajeron al orbe? Los unos, bálano en ristre; las otras, con las domingas al sol (o bajo la sombra, según se tercie); ambos, en plena armonía con la biosfera circundante...
lunes, mayo 23, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario