martes, septiembre 20, 2005

Inventar y reinventar la historia (la local y la universal) es una práctica tan antigua como el propio ser humano, ya sea este un sacerdote en taparrabos de la antigua Mesopotamia -ignoro si iban de esa guisa; no me suelo fijar en esas cosas...- o un engominado funcionario del ayuntamiento de Barcelona. La diferencia entre uno y otro está en que, mientras el primero tenía que recurrir a indescifrables alfabetos que el noventa y nueve por ciento de la población no estaba en condiciones de desentrañar, el segundo ahora puede, ratón en ristre, echar mano de las más avanzadas tecnologías -verbigracia, la realidad virtual-, que te permiten ver con tus propios ojos la historia tal y como oficialmente fue...

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